La revolución de la lentitud
Hace ahora un año ocurrió algo impensable, de repente, todo se paró. Un virus invisible dejó nuestras vidas en stand by; apretó el botón de pausa sin avisarnos y sin pedirnos permiso. Desde entonces nuestras vidas están patas arriba. Si tuviéramos que sacar alguna lección positiva de todo esto –por eso de ver el lado bueno– podríamos decir que ese parón y ese cambio de rutinas impuestos ha acercado a algunos, sin saberlo, al slow life, o también llamada vida lenta.
El movimiento Slow life es una filosofía de vida, una manera de entender nuestra realidad y el modo en el que vivimos el día a día. No, no se trata ni de ser holgazán ni de trabajar poco. Significa aprender a tomarse la vida de otra manera, disfrutando de cada momento, del presente, de cada cosa que hacemos, valorar lo que se tiene, lo que nos rodea, de las personas que están en nuestra vida. Se trata de aprender a desacelerar y a ralentizar ese ritmo de vida frenético que nos rodea y engulle.
Es cierto que no se puede pasar de 100 a 0 en un día, aunque se pueden ir añadiendo pequeños cambios para vivir, poco a poco, de una manera más consciente, plena y sosegada. Aquí te damos 11 claves para que empieces, a tu ritmo, a incorporarlas a tu vida.
1. Baja el ritmo, no tengas miedo a detenerte y a observa las pequeñas cosas cotidianas, siempre han estado ahí y puede que no hayas reparado en ellas. Empieza a apreciar y a valorar los matices y detalles de la vida, aquello que te rodea. Te darás cuenta que aumentará tu capacidad para distinguir y disfrutar de cosas que te hacen felices. Recupera esa maravilla que es deleitarse de la felicidad de lo simple, y alegrarte con las pequeñas cosas que nos regala la vida a diario.
2. Pon en práctica eso tan escuchado del aquí y ahora y sé plenamente consciente del momento presente. Recupera, cuando consideres que es necesario, el maravilloso arte de no hacer nada –sin sentirte culpable ni alentar pensamientos negativos–. Como ya hemos comentado, la Slow life no significa no hacer nada, ni siquiera se trata de hacer exactamente lo mismo que hacemos pero más despacio. Es, más bien, ser conscientes del ahora, de concentrarnos y poner el foco y nuestra mente en lo que estamos haciendo en cada momento.
3. No te olvides de cuidar las relaciones personales y conectar con los que te rodean y son importantes para ti. Es cierto que las redes sociales nos tienen conectados –de hecho eso nos salvó durante el confinamiento y nos permitió sentirnos menos solos–, pero antes de la pandemia las comunicaciones en persona ya se resentían. La Slow life apuesta por valorar esas relaciones; la comunicación y la escucha son fundamentales para una vida tranquila, plena y, como no, sosegada.
4. ¿Recuerdas cuando disfrutabas del placer de la lectura? Recupera ese hábito y regálate ese tiempo para ti. Según un estudio del centro de investigación de la Universidad de Liverpool, leer veinte minutos por semana aumenta la satisfacción personal. Y otra investigación asegura que con seis minutos de lectura lenta puedes reducir el estrés más que una infusión. Así que lee, lee y lee, que es un placer al alcance de todos.
5. Hazte un favor y trabaja para vivir, en vez de vivir para trabajar. No queremos decir con esto que rechaces trabajar. Obviamente el trabajo es importante, necesario y tiene sentido como medio de vida: nos sirve para realizarnos y para logra bienestar y llevar a cabo nuestros proyectos vitales pero no supedites tu vida al trabajo, no lo es todo. Aprende a desconectar, productividad mejorará. Está demostrado que estar siempre ocupado poco tiene que ver con ser productivo. Olvídate, también de la multitarea, hacer muchas cosas a la vez es poco efectivo, tanto para tu mente, como para el trabajo. Haciendo varias cosas a la vez probablemente no hagas ninguna de ellas bien. No olvides que nuestra capacidad de concentración es limitada y que el cerebro necesita descansas. Así que ya saber primero el uno y después el dos. Disfrutarás del proceso, acabarás antes y optimizarás el tiempo.
6. No es una novedad que una alimentación adecuada y un buen descanso siempre contribuyen a una vida más saludable. La alimentación es una parte fundamental de nuestra vida y de nuestra salud; de hecho es el origen de un modo de vida más lenta. Podemos resumir la Slow food en consumir alimentos sanos, productos locales y de temporada, preferiblemente ecológicos y sin procesados. Asimismo, no olvides cocinar y comer sin distracciones. De este modo valorarás más la comida y estarás centrado en lo que haces. Lo mejor para cocinar sano y bien es planificar semanalmente –el denominado batch cooking: cocinar en pocas horas para toda la semana, optimizando al máximo los recursos y cocciones de alimentos–.
Se acabó lo de comer de pie, mientras vas de un lado a otro o a toda prisa delante del ordenador. Concédete el placer de disfrutar de cada bocado.
7. Cuida de tu cuerpo, aunque no te lo creas te ayudará a conseguir una actitud más optimista. Dedícate un ratito al día a ti realiza actividades que ayuden a calmar tu mente y relajar el cuerpo: yoga, meditación. Mindfulness. Todas estas prácticas te ayudarán a encontrar el equilibrio y situarte en el presente.
8. Reconecta, siempre que te sea posible, con la naturaleza. Pasa tiempo al aire libre, préstale atención, obsérvala, disfruta de todo lo que te regala porque nos ofrece cosas maravillosas que a menudo se nos escapan. Pasea por la playa, montaña, bosque y si no te queda cerca, por un parque, jardín urbano o incluso si tienes terraza en casa sal unos minutos y despeja tu mente. Te darás cuenta que la naturaleza tiene su propio ritmo y rodeada de ella nos ayuda a bajar el nuestro. Estar en contacto en ella es fundamental para llevar una vida más sosegada. Respira profunda y lentamente ¡siéntete vivo!
9. Puedes vivir sin estar pendiente las 24 horas de una pantalla. Empieza a controlar tú a la tecnología. Obviamente, no tienes que dejar de usarla porque nos facilita la vida, pero no pasa nada porque estés unas horas sin contestar un mail, un whatsapp o sin subir una foto a Instagram.Desconecta de los dispositivos electrónicos y de las redes sociales de vez en cuando, es saludable. Estar siempre conectado te roba tiempo y te aisla. Así que dosifica el uso que le das a la tecnología y no tengas miedo de apagar las pantallas; vida real, de momento, sigue pasando fuera de ellas.
10. Se acabó eso de comprar por comprar cosas que realmente no necesitas. La vida slow nos invita a ser unos consumidores responsables y conscientes. También a desprendernos de todo aquello que ya no necesitamos. Saca de tu vida todo aquello que sea innecesario. Asimismo, la vida Slow prioriza el pequeño comercio tradicional ante las grandes superficies. Recuerda que nuestro consumo es un arma poderosa y no solo nos afecta a nosotros, produce un impacto en el medio ambiente y también sobre la sociedad y la economía que nos rodea. Por tanto, siempre que sea posible, realiza las compras en comercios locales o pequeños comercios, es el mejor modo de revitalizar el tejido económico de nuestro entorno y de nuestro barrio.
11. Las manualidades y proyectos de artesanía requieren de una gran concentración, por eso llevar a cabo actividades con nuestras manos son tan recomendables y gratificantes cuando tenemos queremos relajar y calmar la mente. Mientras estás realizándolas debes estar atento y completamente enfocado en lo que haces, por lo que tu mente se liberará de preocupaciones –al menos mientras dure a actividad– y te ayudarán a bajar el ritmo. Apuesta por el do it yourself (DIY) y saca al artista que llevas dentro.
Fotos: Unsplash
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